sábado, 2 de marzo de 2013

LA CARRERA HACIA EL PAPADO




El Papado es un tipo de monarquía especial, asentada en una ley de continuidad.; en la Iglesia y en el papado no se producen saltos y, apoyándose en esta norma no escrita, todos los Papas de la edad moderna han intentado señalar a sus “papable favorito", aunque en algunos casos, pueden ser varios.
Generalmente los Papas parece que nombran indirectamente  a su delfín, así Pablo VI le entregó al cardenal Albino Luciani, en 1972, en su sede patriarcal de Venecia, su estola papal y Luciani se convirtió en Juan Pablo I aunque tan dolo ejerció  el Papa 33 días ya que falleció.
 Juan Pablo II nombró al cardenal Ratzinger decano del colegio cardenalicio, y con este gesto  Wojtyla sabía perfectamente que ese puesto lo colocaba, de hecho, como Papa en funciones, eclipsando al Camarlengo, y Ratzinger se convirtió en Benedicto XVI.
Benedicto XVI no iba a ser menos y con gestos sutiles, con indicaciones subliminales y, sobre todo, subrayando, durante todo su pontificado y de un modo más acusado estos últimos días, parece que ha elegido dos “papables”
Durante su pontificado dos gestos especiales con los cardenales Scola y Ravasi, hacen  pensar que uno de los dos pueda ser el nuevo Pontífice Romano. Benedicto XVI el Papa le encomendó a su ministro de Cultura, el Cardenal Ravasi  la predicación de sus últimos ejercicios espirituales, que hizo, con toda la Curia, del 17 al 24 de febrero, y al  finalizar los Ejercicios no sólo agradeció las predicaciones de Ravasi, sino que subrayó aún más la capacidad de su ministro de Cultura:
 "Con la mediación del Ars orandi, antiguo y siempre nuevo del pueblo hebreo y de la Iglesia, hemos podido renovar el Ars credendi: una necesidad subrayada por el Año de la fe y aún más necesaria en el momento particular que yo, personalmente, y la Sede Apostólica estamos viviendo".
Después concluyó:
 "Que Dios le recompense por este esfuerzo, que tan brillantemente ha logrado".
Por otra parte, al cardenal Angelo Scola lo señaló al menos en tres ocasiones: Recibiéndolo pocos días antes de anunciar su renuncia; visitándolo en su sede de Venecia y, sobre todo, trasladándolo a Milán. Porque nadie va de Venecia a Milán, si no es por una razón muy especial: el ser señalado por el Papa reinante como su favorito a la sucesión. Y eso le pasó a Scola que dejó la sede patriarcal para hacerse cargo de la diócesis más grande y más influyente del mundo. La archidiócesis de Montini, Lercaro, Martini o Tettamanzi.
Los dados están echados y los favoritos señalados: los dos italianos, los dos amigos del Papa.
Ahora bien, hay algunas diferencias entre ambos. Scola pertenece al sector más conservador y garantizaría la continuidad. Es un buen teólogo, con experiencia pastoral contrastada. Con 71 años y en buena forma física, en su contra juega el haber sido una de las máximas figuras del movimiento neoconservador Comunión y Liberación. ¿Está la Iglesia preparada para un Papa de un movimiento?
Por su parte Ravasi  pertenece al sector moderado. De 70 años también en buena forma y buen teólogo, está considerado uno de los mejores intelectuales de la Iglesia actual y un maestro consumado en el diálogo con el mundo moderno. Sería el ideal para reconquistar el universo de la cultura, tan alejado de la Iglesia católica desde hace casi un siglo. En su contra juega su falta de experiencia pastoral directa.
Estos dos candidatos reflejan bien las dos "almas" clásicas de la Iglesia: la conservadora y la moderada, dado que hace años que ha desaparecido la progresista.
 Dos sensibilidades que siempre han existido, una constante en la historia de la Iglesia,  la confrontación entre movimientos de reforma y de restauración. El péndulo eclesial se mueve entre esos dos extremos. Tras casi 33 años de la restauración iniciada con Juan Pablo II y concluida con Benedicto XVI, parece que toca cambio de tendencia. Se cierra un ciclo y todo debería girar al centro pues lo exige la dinámica social y eclesial.
Es un grito tanto de los fieles como de muchos jerarcas de la Iglesia.
Por ello esta dinámica apunta más a Ravasi, que puede verse favorecido por otra variable que va a ser sin duda determinante en la elección del nuevo Papa: la limpieza. El sucesor de Benedicto XVI tendrá que estar absolutamente limpio de cualquier episodio que lo vincule directa o indirectamente con la lacra de la pederastia. Y esa vinculación afecta, sin duda más, a los prelados que tienen cargo pastoral, como Scola. En cambio, mantiene a salvo a los curiales, como Ravasi.
Y es que también en eso el Papa Ratzinger ha hilado muy fino: limpió la Iglesia, impuso la tolerancia cero frente a los clérigos abusadores, y denunció, por activa y por pasiva, las intrigas por el poder de la Curia, así como los oscuros tejemanejes del IOR, el banco vaticano. El Papa marca una clara hoja de ruta a su sucesor: continuar con la limpieza interna de la Curia y del banco vaticano. Acabar la obra que él no pudo concluir. O no le dejaron.
Al Pontífice Emérito Benedicto XVI sólo le queda esperar a la fumata del cónclave, para ver si el "habemus Papam" le corresponde a alguno de sus dos preferidos. El nuevo Papa puede contar, por vez primera en la historia, con el inestimable apoyo de un Papa emérito. Un reposo para una tarea ingente, y eso que Benedicto XVI no parece ser  una persona para ejercer o condicionar el poder, puesto que ha renunciado con todas las consecuencias. Pero sería factible que  cohabitasen  en paz y armonía los dos Papas, el emérito y el reinante, el Papa "político" y el Papa "espiritual". Uno dedicado a reinar y gobernar. El otro, a rezar y a ofrecer su consejo de Papa anciano, sabio y centrado en lo esencial. Siempre que el nuevo Papa se lo pida ya que sería ilógico desperdiciar su caudal de sabiduría y piedad.
Un punto interesante para esta relación papal es que el secretario y hombre de confianza de Benedicto XVI vivirá con él, pero seguirá desempeñando su cargo de prefecto de la Casa Pontificia, es decir, el eclesiástico que controla la agenda del nuevo Papa, mientras éste no dispone lo contrario. Georg Ganswein será la perfecta correa de transmisión entre los dos "Pedros". Y la Iglesia no contará con uno, sino con dos piedras que la dirijan, como si Pedro y Pablo estuvieran a la par al mando de la barca de la Iglesia.

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