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viernes, 25 de abril de 2014

EN BUSCA DE CERVANTES







En este año de 2014 el ayuntamiento de Madrid inicia el proceso de la búsqueda de los restos óseos de Miguel de Cervantes. Esta localización y comprobación de identidad del escritor costará unos 100.000 euros, y no se van a emplear técnicas de identificación por ADN puesto que son muy costosas y largas y es más que probable que en este caso concreto podrían no dar el resultado esperado debido a que no hay nadie con quien compararlo, ya que el procedimiento científico más seguro, el del ADN mitocondríaco, solo se puede llevar a cabo con descendientes femeninas, y, Cervantes tuvo un hijo que murió sin descendencia y  su hija Isabel dio a luz a una niña que murió.
Además el escritor tuvo hermanas que no tuvieron descendencia. Quien sí tuvo descendencia fue su hermano Rodrigo y de hecho, se sabe que la estirpe ha llegado hasta hoy en día y que viven en Madrid pero, después de 400 años, el ADN está muy mezclado y solo resultaría viable el análisis mitocondríaco, que como hemos indicado anteriormente sole puede puede hacerse con mujeres.
A partir del próximo lunes 28 de Abril, tres expertos se pondrán manos a la obra para buscar en el Convento de las Trinitarias Descalzas, en el barrio de Las Letras, lo que quede del padre de la novela moderna.
Cervantes cuando murió era un hombre de 70 años años, con artrosis de espalda, atrofia severa de la mano izquierda y heridas en el pecho por impactos de arcabuz.
El investigador Luis Avial comenzará la primera fase y usará un georradar, que emite ondas electromagnéticas y detecta cambios en las propiedades de los materiales del subsuelo, con este aparato creará  una imagen de las cavidades de la iglesia y de los muros y radiografiara los restos que se encuentren allí; además se empleará una cámara termográfica

La segunda fase, dirigida por el antropólogo forense Francisco Etxeberría, llevará a cabo  las excavaciones arqueológicas necesarias.
El resultado obtenido permitirá avanzar en la siguiente fase, es decir, la del análisis de los restos y constatación histórica, de la mano del historiador Fernando Prado. En esta última colaborarán la Universidad del País Vasco y la Complutense de Madrid. 
Las modernas técnicas podrían incluso facilitar una reconstrucción facial de Cervantes, enterrado en abril de 1616.


miércoles, 23 de abril de 2014

GLOBOS AEROSTÁTICOS






El globo aerostático es una aeronave no propulsada que utiliza el principio de Arquímedes para volar. Dado que no tienen ningún tipo de propulsor, estos globos aerostáticos se dejan llevar por las corrientes de aire, aunque sí hay algunos tipos que pueden controlar su elevación. Están  compuestos por una bolsa que encierra una masa de un gas más ligero que el aire y en la parte inferior de esta bolsa suele ir una estructura sólida denominada barquilla.
Según el tipo de bolsa pueden clasificarse en abiertos o cerrados, rígidos o elásticos, con o sin calentamiento.
Existen globos utilizados para viajar que tienen una cesta suspendida que permite transportar de una a varias personas. Estos se utilizan para el turismo o el deporte,
Incluso, algunos globos fueron utilizados durante la I Guerra Mundial para observaciones militares.

Hay otro tipo de globos, que no son tripulados, que sirven para medir varios fenómenos físicos, y en las investigaciones meteorológicas suelen emplearse tres tipos de globos.

El globo de caucho o neopreno se usa para sondeos verticales, bien llevando una radiosonda que trasmite información meteorológica o como globo piloto, de pequeñas dimensiones, que se sueltan para conocer la velocidad y la dirección del viento. El globo, inflado con un gas con fuerza ascensional (hidrógeno, helio, amoníaco o metano) se estira a medida que se enrarece el aire. Cuando el diámetro del globo ha aumentado entre tres y seis veces (es decir, cuando su volumen es entre 30 y 200 veces superior al original), la bolsa se rompe y el globo se destruye.


Jacques Charles
Observar la tierra desde el aire era, hasta 1783, privilegio de las aves. Dicho privilegio fue compartido con el hombre cuando su sueño de volar al fin se vio realizado a finales del siglo XVIII en Francia. El 1 de diciembre de 1783 se congregó en torno al jardín de las Tullerías una de las mayores aglomeraciones humanas de la historia de París, se dice que  la multitud allí reunida llegó a 400.000 personas.
 Todas querían asistir a un espectáculo que nadie habría imaginado pocos años antes: el de dos hombres que se disponían a elevarse hasta los cielos a bordo de un enorme globo de aire. Desde hacía días, en la ciudad no se hablaba de otra cosa y la prensa se había hecho amplio eco del acontecimiento. Los espectadores ocupaban los muelles y los puentes, las ventanas y los tejados de las casas, los campos y hasta las poblaciones aledañas. La simple vista del globo antes de su despegue causaba asombro. De color rosa y amarillo, medía más de nueve metros de altura y estaba envuelto completamente por una red de malla cuadrada. En el extremo inferior se había colocado una barquilla de mimbre donde irían los «pilotos»: el profesor Jacques Charles y su ayudante Nicolas-Louis Robert.
 Nicolas-Louis Robert

Uno de los testigos del evento fue el político estadounidense Benjamin Franklin, el inventor del pararrayos, que se hallaba en París como embajador de Estados Unidos. De esta experiencia escribió en una carta a un amigo: «Entre la una y las dos de la tarde la gente miraba satisfecha al ver elevarse el globo entre los árboles y ascender gradualmente por encima de los edificios, un espectáculo de lo más maravilloso. Cuando los valientes aventureros alcanzaron unos 60 metros de altura extendieron los brazos y agitaron sendos banderines blancos a ambos lados para saludar a los espectadores, que respondieron con fuertes aplausos. El objeto se movió en dirección norte, pero como soplaba muy poco viento, continuó a la vista durante un buen rato; y transcurrió mucho tiempo hasta que los asombrados espectadores se comenzaron a dispersar».


La ascensión de Charles y Robert culminaba lo que fue un año mágico en la pugna del hombre por conquistar el aire. El primer «navegador aerostático», como se empezó a llamar a los globos, fue invención de los hermanos Joseph y Étienne Montgolfier, los inquietos hijos de un rico fabricante de papel de Annonay, una localidad al sur de Lyon.

Como todo descubrimiento o desarrollo de la inventiva humana, éste también tuvo sus precedentes.

Henry Cavendish


En 1766, el científico británico Henry Cavendish llenó con hidrógeno una vejiga animal. Cavendish consideraba al hidrógeno como una especie de "aire ficticio" (o "artificial") y descubrió que la vejiga pesaba menos, pero sólo consideró esto como un fenómeno físico y no imaginó siquiera sus posibles aplicaciones aeronáuticas.
Durante los siguientes diecisiete años nadie pensó en usar globos de hidrógeno para elevarse por los aires, pero los hermanos franceses Jacques Etienne y Joseph Michel Montgolfier crearon, en 1793, el globo aerostático, siendo los pioneros en hacer la primera aplicación práctica de la flotabilidad de un globo, en su caso usando aire caliente. Sin embargo, el primer ser humano en subirse a un globo fue el físico francés Jean Francois Pilatre de Rozier,
quien lo hizo junto al marqués de Arlandes el 21 de noviembre del mismo 1783. Pilatre realizó algunos vuelos cerca de París, primero en un globo cautivo y después en otro libre.

Se  cuenta que Joseph Montgolfier, el mayor de los hermanos, estaba una noche de 1782 contemplando el fuego de su chimenea cuando se fijó en el humo que ascendía. Según prosigue la historia, Joseph pidió un pedazo de seda al ama de llaves y le dio la forma de una bolsa abierta por abajo. Luego, sosteniendo la bolsa sobre el fuego, la dejó llenarse de aire caliente y humo. Al soltarla, se elevó hacia el techo.
Siguieron experimentando con este fenómeno usando globos cada vez más grandes. Al cabo de seis meses, empleando una hoguera al aire libre como fuente de calor, habían lanzado un globo que subió más de kilómetro y medio, hazaña de la cual fueron testigos muchos espectadores.

A oídos del rey Luis XVI llegó la fama de los experimentos de los hermanos Montgolfier y su majestad ordenó que se celebrara una función regia en Versalles, para la cual los hermanos construyeron un globo muy decorado y como atracción adicional decidieron averiguar si en las capas superiores del aire podría sobrevivir la vida animal. El 19 de septiembre de 1783, en un cesto cilíndrico suspendido del globo, se elevaron en Versalles, una oveja, un pato y un gallo. El vuelo duró ocho minutos y recorrió 2.400 metros. Al aterrizar, los animales no mostraron efecto nocivo alguno, por lo que los hermanos Montgolfier se dedicaron inmediatamente a construir un globo capaz de transportar a un hombre.

El 21 de noviembre, el científico Pilâtre de Rozier y el marqués de Arlandes se convirtieron en los primeros aeronautas de la historia. Ambos iban en una galería que rodeaba el cuello del globo, un Montgolfier, desde la que alimentaban con paja el brasero que ardía en el centro del aerostato. La majestuosa cúpula azul y dorada se elevó desde un jardín al oeste de París y sobrevoló la ciudad durante unos 25 minutos. La aeronave describió una serie de lentos descensos en picado y se acercó peligrosamente a los tejados de algunas casas. Muchos testigos dijeron más tarde que podían oír a los dos hombres gritarse emocionadamente el uno al otro cuando pasaban por encima de sus cabezas.
 El globo recorrió unos nueve kilómetros y aterrizó al sur de París, donde los aeronautas fueron aclamados como héroes.
El vuelo de Charles y  Robert de 1873 puede ser considerado como el primer vuelo realmente tripulado; mientras el globo de aire de los Montgolfier, de enormes dimensiones, resultaba prácticamente incontrolable, Charles y Robert aplicaron un sistema de regulación de la altitud mediante bolsas de arena a modo de lastre que iban lanzando por la borda.
Jacques Charles dejó un relato de su experiencia: «Nada podrá igualar aquel momento de hilaridad total que me invadió el cuerpo en el momento de despegar. Me sentí como si estuviera volando lejos de la Tierra y de todos sus problemas para siempre. No fue simple deleite. Fue una especie de éxtasis físico». Su compañero Robert le susurró mientras volaban: «He terminado con la Tierra. Desde ahora, para mí sólo existe el cielo. Una calma tan total. Tal inmensidad…».

Recorrieron unos 43 kilómetros y tomaron tierra en Nesles-la-Vallée, al norte de París, en unas tierras de labranza. Robert descendió de la canasta, pero el intrépido Charles se elevó de nuevo en solitario hasta alcanzar los 3.000 metros de altura, desde donde pudo contemplar la puesta de sol por segunda vez en un mismo día, en medio de un intenso frío y en abrumadora soledad.
La «globomanía» se desencadenó por toda Francia. La imagen de los aerostatos y los pilotos aparecía hasta en las vajillas. En París se vendían globos a escala reducida, con el gas incluido, para aquellos que quisieran realizar sus propios experimentos. Los demás países se contagiaron de la fiebre. En el mes de junio, la población madrileña de Aranjuez fue el escenario de la primera experiencia con un globo tripulado en España, a cargo del artista francés Charles Bouche, que casi acabó en tragedia al incendiarse la envoltura del globo. Siguieron Escocia, Inglaterra, Italia… Hasta finales de 1784 se hicieron 181 ascensos tripulados en toda Europa. Luego, la moda de los globos decayó, a causa de los accidentes mortales que empezaron a producirse, pero, sobre todo, por su dudosa utilidad práctica.

miércoles, 16 de abril de 2014

CONTAMINACION ATMOSFERICA








La presencia en el aire de materias o formas de energía que impliquen riesgo, daño o molestia grave para las personas y que puedan atacar a distintos materiales, reducir la visibilidad o producir olores desagradables se denomina contaminación atmosférica.
Se aplica por lo general a las alteraciones que tienen efectos perniciosos en los seres vivos y los elementos materiales, y no a otras alteraciones inocuas. 
Los principales mecanismos de contaminación atmosférica son los procesos industriales que implican combustión en industrias, en automóviles o en calefacciones residenciales, y que generan dióxido y monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno y azufre, entre 
otros. Además algunas industrias emiten gases nocivos en sus procesos productivos como el cloro o hidrocarburos que no han realizado combustión completa.

Esta contaminación puede tener carácter local, si los efectos ligados al foco se sufren en las inmediaciones del mismo, o planetario, cuando se ve afectado el equilibrio del planeta y zonas alejadas a las que contienen los focos emisores.

Ahora se ha constatado que las partículas contaminantes presentes en la atmósfera de la zona de Asia, fruto de las actividades humanas, repercuten en las tormentas que se producen en el área del Pacífico, y es probable que influyan en el clima de otras partes del 
planeta, según un estudio realizado por la Universidad de Texas y  que ha sido publicado en la revista de la Academia Nacional de las Ciencias de Estados Unidos.
Este trabajo comparativo de datos de contaminación atmosférica compilados por el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de Naciones Unidas entre 1850 (era preindustrial) y 2000 (época actual), asegura que las partículas contaminantes dispersan y absorben radiación solar e intervienen en la formación de nubes, y en los ciclones de latitudes medias asociados con la trayectoria de las 
tormentas del Pacífico, transportando humedad y calor, jugando  un papel clave en la circulación de aire a nivel global.
Las partículas contaminantes que se generan en Asia repercuten en las tormentas que barren la región del Pacífico provocando que que aumenten su frecuencia e intensidad, lo que llevará a modificar  los patrones climáticos de Norteamérica y del resto del mundo.