viernes, 4 de marzo de 2016

LA SEMANA SANTA EN ZARAGOZA (1)




Para acercarse a una manifestación religiosa y cultural como es nuestra Semana Santa y conseguir disfrutar de su esencia hay que abrir bien los ojos y estar receptivos. Tenemos que dejarnos llevar, vivir y experimentar, disfrutando del olor del incienso, de la belleza de los pasos y la imágenes que portan, del colorido de las túnicas y del sonido  que atruena y estremece
La Semana Santa comienza el Sábado de Pasión con la proclamación del PREGON, una tradición que se retomó  en 1973. Cada año una de las cofradías y hermandades que forman la Semana Santa y por orden procesional en el Sto. Entierro, es la encargada de organizarlo. Y culmina con la procesión de Cristo Resucitado en el domingo de Resurrección. Entre medio, la procesión del Santo Entierro, que tiene lugar el Viernes Santo y  que es la única de toda España en la que se representa el Vía Crucis completo con todos los principales momentos de la Pasión, reúne a todas la cofradías de Zaragoza y nos permite admirar tallas hermosísimas de valor artístico inigualable, anónimas de entre los s. XV y XVII, de autores de renombre y otros menos conocidos, conjuntos artísticos que rememoran los días y momentos cruciales de la Pasión, estandartes y banderas con ricos bordados, faroles, cruces inmemoriam, y un largo etc. de objetos que configuran el rico patrimonio cultural de nuestra ciudad.
La Semana Santa de Zaragoza cuenta con más de 700 años de historia, 48 procesiones, algunas de ellas únicas por su singularidad y más de 16.000 cofrades que recorren sus calles desde el sábado de pasión con el Pregón hasta el domingo de Resurrección, ha sido declarada como Fiesta de Interés Turístico Internacional en 2014
(1995 interés turístico de Aragón, 2001 interés turístico Nacional)

Pero lo que realmente hace de nuestra Semana Santa un acontecimiento peculiar y diferente es precisamente su sonido: más de 7.000 bombos y tambores acompañan los pasos y procesiones por toda la ciudad, haciendo vibrar a ciudadanos y visitantes venidos de todos los rincones.
Cada año se celebra un Concurso-Exaltación de los instrumentos de Semana Santa y una Exaltación Infantil.

En Zaragoza se entremezcla una tradición de siglos con influencias castellanas y andaluzas que se une con la fuerza del tambor y el bombo del Bajo Aragón. Por ello la jota y la saeta se entremezclan y elementos ajenos y autóctonos se han fusionado creando algo nuevo y muy diferente, que podemos observar tanto en los pasos, vestimentas de las imágenes, y trajes o hábitos de los cofrades, así como en el acompañamiento de los pasos titulares por bandas de música, muy típicos de la semana santa castellana. 
 Un ejemplo de este sincretismo 
es el uso del capirote, muy común en otras regiones, y que ha sido  adoptado por muchas cofradías zaragozanas. Estudios al respecto nos hablan de que procede del cucurucho de tela o cartón que 
los tribunales de la Inquisición imponían a los penitenciados como señal de una penitencia impuesta, por lógica trasposición de ese sentido penitencial, fue adoptada esta prenda por las cofradía penitenciales de la semana Santa. Esta prenda penitencial la vemos reflejada en obras pictóricas de finales del s. XV, fecha de institución de la Inquisición, hasta fin 
del s. XIX que representan las procesiones y actos de la Santa Hermandad. 

En una procesión, además de los pasos con imágenes propias de la pasión , veremos  faroles, guiones, estandartes, y sobre todo un rasgo muy característico en nuestras la denominada Cruz In Memoriam que recuerda a todos los hermanos difuntos de la cofradía, en algunos casos en ella están escritos sus nombres.


La víspera de Domingo de Ramos es para todas las cofradías un día de intenso trabajo puesto que hay que dejar todo preparado para sacar a la calle la procesión.

 Desde temprana hora muchos hermanos cofrades se reúnen para ir a recoger las carrozas a un almacén propiedad de la Sangre de Cristo, donde se guardan. De allí a la sede de la cofradía a comenzar a limpiar y colocar, bombillas,  faldas, megafonía, baterías y por fin las imágenes.
Otro grupo ya tiene preparados los atributos: faroles, bandera, cruces inmemoriam, correajes, etc. Mientras tanto las camareras, que se ocupan de los ajuares de Cristos y Vírgenes, eligen las túnicas, mantillas y demás accesorios que ese año lucirán los pasos. Es un día intenso, de mucho trabajo pero también de abrazar y ver a hermanos que por motivos de trabajo o por vivir fuera de la ciudad no se ven muy a menudo, un día de convivencia y de camaradería para conseguir que la cofradía salga a la calle a realizar sus estaciones de penitencia con el mayor esplendor.

Esta labor se repetirá, en sentido contrario, el sábado de Pascua, para guardar todo para el año siguiente.

Quizá los dos actos más emotivos para los cofrades sean la salida de los pasos desde su sede, sobre todo la salida del paso titular, y la entrada de nuevo al lugar donde se guardará o, en muchos casos, será venerada durante todo el año.

Emoción contenida mientras el paso es sacado, en algunos casos usando rampas por el desnivel de la calzada y la iglesia, en otros casi de rodillas con el paso sobre los hombros por la baja altura de la puerta, o empujando a pie de calle.

El toque de atención del piquete y la sección de instrumentos, y el silencio devocional de quienes están viendo esta salida o entrada, y los aplausos que se oyen cuando el paso ya está en la calle hacen de este momento uno de los más bellos y de una procesión.



A lo largo de todo el año, las cofradías realizan labores de promoción del culto, atención a miembros enfermos y ancianos, colonias de verano para los más pequeños, clases de repaso escolares, operación kilo, donaciones de sangre, jornadas de convivencia y participan activamente con la parroquia donde tienen su sede.

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